lunes, marzo 19, 2012

Matthieu Pigasse: Debemos inventar un nuevo mundo (II)


(1) Producción y crecimiento, para empezar a alcanzar el pleno empleo. Esto puede parecer una utopía, pero de hecho no lo es. La sociedad de pleno empleo por la cual debemos esforzarnos no será aquella de los 60's. No será una sociedad sin desempleados. pero será o debería ser, una sociedad en la cual el desempleo es sólo a corto plazo. Una sociedad móvil en la que todo asalariado puedan decirse a sí mismo que avanzará. Lo opuesto a una sociedad donde cada uno esté encasillado a permanecer en la misma profesión y en el mismo rango o nivel por décadas. Una sociedad donde todos nostros estemos perpetuamente aprendiendo o reaprendiendo. Esto implica un cambio radical en nuestra relación con nuestro trabajo y con nuestros oficios y profesiones.

(2) Debemos renovar nuestra solidaridad. Es la marca distintiva de Europa y de la sociedad europea. Aquellos que llevan la bandera del individualismo rechazan entender que, en el contrato social, nosotros los europeos tenemos un concepto mucho más rico que ellos, fundado en la existencia del bien común que no puede reducirse a la suma de los intereses individuales. Deberíamos estar orgullosos de lo que hemos construido: un servicio médico adecuado disponible para todos y el fin de la pobreza para los mayores, solidaridad para aquellos que no tienen empleo. Una economía más vulnerable al cambio técnico y el surgimiento de una nueva competencia son algo crudo también. Lo que demanda que aquellos que se pierden por el progreso puedan contar con la solidaridad de aquellos que se benefician de él.

(3) Finalmente, debemos reinventar el servicio público, la acción pública, esto es, el servicio del Estado. Lo que cuenta no es el monto de impuestos cancelados, es la comparación entre impuestos y la calidad de los bienes y servicios públicos ofrecidos a cambio: educación, entrenamiento, seguridad, carreteras, vías férreas, infraestrctura de comunicación. Es la capacidad del Estado de favorecer la creación de riqueza, de asegurar su justa y eficiente redistribución, de reducir la desigualdad.

El banquero y propietario de medios francés diserta en este artículo acerca de la crisis del sistema económico y político europeo en general, y francés en particular.

El principio clave del que debe depender este proyecto es el de la equidad. El surgimiento de una desigualdad sin precendentes es característica del tiempo presente. Es algo nuevo y ha estado con nosotros durante un período sostenido. Tomando prestada la frase de Necker, la igualdad fue la verdadera idea de la revolución. Aún ahora, la fuerza que está afectando y transformando al mundo es el desarrollo de la desigualdad. Y no ha bajado durante décadas. Desigualdad entre naciones, entre regiones del mundo, entre clases sociales, entre generaciones, etc. El resultado es la disolución del sentimiento de pertenecer a un mundo común. Un mundo de ahora en adelante socavado por la desigualdad social, la secesión de los ricos y la revuelta de aquellos que se sienten, a la inversa, olvidados, depsreciados, rechazados o abandonados. Y cuya única arma es su descontento y el poder de su indignación.

Debemos revivir lo que una vez fue el plan revolucionario: igualdad, en otras palabras, una manera de construir la sociedad, de producir juntos, de vivir juntos y pausadamente una vida de nuevo en el bien común. Como lo expresa Pierre Rosanvallon, es una cuestión de refundar una sociedad de iguales, una sociedad en la cual todos posean los mismo derechos, en la cual cada uno de nosotros sea reconocido y respetado como un ser tan importante como los otros. Una sociedad que le permita a cada quien cambiar su vida.

Debemos también tomar en cuenta la crisis políticas que actualmente estamos experimentando. Está marcada no sólo por la falta de compromiso político, la abstención y el surgimiento de ideologías extremas, sino también por una crisis institucional. para ser más preciso, una crisis del modelo político. La crisis del modelo político es la extrema concentración del poder, y en particular la extrema concentración del poder ejecutivo en las manos de un hombre, el Presidente de la República. El poder real de un solo individuo contra el poder actual de todos. Está marcado igualmente por una crisis de decisión y una legitimidad debilitada de instituciones, gobiernos, ministerios y otras autoridades.

¿Qué debe hacerse? Emprender un programa de reforma institucional comparable en su extensión a aquél de 1958, en el establecimiento de la V República. Con dos objetivos principales.

(1) Hacer las decisiones políticas más efectivas y, con esto en mente, introducir una dosis de representación proporcional en las elecciones en orden de asegurar la mejor representación posible; reducir a la mitad el número de representantes parlamentarios, y prohibir las oficinas acumulativas; reducir el número de ministerios a quince, cada uno concentrándose en las altas misiones del Estado y evitando así la disperesión de las acciones públicas, librándonos por eso a nosotros mismos de esa especificidad francesa consistente en inventar incesantemente nuevos ministerios cuya misión sea vaga, pero vuya inutilidad es cierta.

(2) Aceptar el reto de la representación democrática. El principio histórico de la representación, la idea de acuerdo a la cual el pueblo ejerce el poder real a través de la intermediación de sus representantes electos, sólo puede funcionar si reconocemos que dos principios han probado ser en gran parte ficticios. El primero es la visión de que una mayoría relativa o absoluta representa la opinión de todos. La segunda es que el voto representa la opinión de los ciudadanos, mientras que la rica diversidad de una opinión no puede reducirse a la elección de una persona en un momento dado. El resultado es un sentimiento legítimo de no estar representado. La demanda por mejor representación debe encontrarse con mayor participación, la sumisión de los gobiernos a una intensa vigilancia, a una más frecuente rendición de cuentas, a nuevas formas de inspección. No es posible mantener el ojo en cada decisión, pero todos deben tener derecho de participar en el poder colectivo a través de un sistema de evaluación.

Este es el precio de la construcción de una sociedad más justa y significativa.

(Este post es un extracto del nuevo libro de Mattieu Pigasse, Révolutions)

- I Parte de este artículo.
- Fuente: http://www.huffingtonpost.com/matthieu-pigasse/we-must-invent-a-new-world_b_1335992.html.

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