La corrupción cero no vale para América latina, es necesaria una economía ética
Por R. Fraguas
El economista, sociólogo y administrativista argentino Bernardo Kliksberg visita España para presentar en el Instituto Nacional de la Administración Pública su libro Más ética, más desarrollo, con cinco ediciones en su país desde su primera impresión en mayo de 2004. En él compendia su teorización sobre la gestión social aplicada a la lucha contra la pobreza, señaladamente en América Latina. Allí ha colaborado con presidentes como el argentino Néstor Kirchner, el brasileño Luis Inacio Lula da Silva o Oscar Berger presidente de Guatemala. Kliksberg, judío hijo de padres polacos, es autor de 41 libros difundidas internacionalmente y traducidas siete idioomas, más que versan sobre desarrollo, capital social y alta gerencia, entre otras materias, cuyo denominador común es, según su enfoque, la aplicación a la economía de pautas éticas que la conviertan en humanamente eficiente. Es doctor honoris causa por numerosas universidades de todo el mundo.
¿Cómo explica los profundos cambios electorales experimentados en el último lustro en América Latina?
Los ciudadanos latinoamericanos muestran sed de ética, el anhelo de una nueva moral pública que sobrepase la meta de corrupción cero y que les procure una sociedad más rica, justa y participativa. Los cambios que contemplamos obedecen más que a carismas personales, al surgimiento de una nueva sensibilidad política ciudadana que demanda un nuevo estilo de liderazgo y de desarrollo, como vemos en Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Argentina.
¿Cree que estos cambios han sido posibles porque Estados Unidos se hallaba involucrado en una guerra lejana como la de Irak o bien obedecen a otras causas?
Creo que no. Se venían incubando desde tiempo atrás en numerosos países cuyas sociedades se desencantaron ante las fórmulas económicas aplicadas en los años 90 y que, a la postre, generaron más sufrimiento social y más pobreza.
¿En qué consiste ese nuevo estilo de desarrollo y de liderazgo?
Durante años se pensaba que América Latina mostraba pobreza y desigualdad. Pero la ecuación es otra. Una causa central de la pobreza es la desigualdad. América Latina es pobre porque es desigual. El 10% más rico tiene el 48% del producto interior bruto y el 10% sólo el 1,6%. Es la peor brecha social del planeta.
Para evitar que la generación de riqueza reproduzca la desigualdad social, ¿qué propone?
No hay riqueza posible si hay desigualdad y exclusión, porque ésta debilita la cohesión social que es imprescindible para el desarrollo. Proponemos una economía donde todos puedan ser productores y consumidores.
En numerosas ocasiones, a usted le han pedido consejo altos dignatarios de estos países. ¿Cuál es el tipo de consejo que le ha sido pedido?
El más generalizado concernía a cómo enfrentar la pobreza.
¿Qué proponía usted?
La ecuación pasa por que el Estado dé la cara con políticas públicas activas y muy bien gestionadas, no espere a que los pobres escriban en un formulario lo que les sucede. Y que lo haga en alianza con empresas privadas socialmente responsables y con la sociedad civil. Así por ejemplo, el voluntariado genera en los países desarrollados el 5% del producto interior bruto y tiene enormes potencialidades en América Latina, que la acción pública debe estimular. Como colofón, propongo una gestión social de excelencia.
¿No es esa, precisamente, la actividad que corresponde desplegar a los políticos?
La política fija y atiende a los interese colectivos y establece las prioridades y las metas. Esa es su esfera de legítima actuación. Pero la gerencia social diseña los instrumentos para aplicarlas y generar la articulación entre el Estado y otros actores sociales y estimula la participación y el crecimiento del capital social de las comunidades pobres.
Los gestores sociales ¿son técnicos, pues?
Sí. Pero su proceder ha de verse guiado por valores éticos. Normalmente, han sido las religiones las que han hegemonizado la producción de moralidad, de eticidad... La ética es la característica más singular del género humano. En todas las civilizaciones y culturas hay un fondo común que señala que la ética es el elemento fundante de la vida. Demostrar que uno es bueno a veces tiene muy poco que ver con hacer el bien. Los orientales dicen que quien regala una flor se queda con la fragancia del perfume en la mano. En el Antiguo Testamento se destaca que quien ayuda a otro se ayuda a sí mismo. Y Maimónides, uno de los pensadores judíos más ilustres de la historia nacido en España, que la escala de la bondad crecía a medida que aumentaba el anonimato de quien ejercía el bien. Más recientemente, un reconocido biólogo chileno, Humberto Maturana, decía que biológicamente el ser humano es un ser amoroso, nacido para el amor.
¿Cree aplicable este principio a la vida social?
Soy optimista, el ser humano tiene un anhelo natural de justicia y equidad y paz. Es interesante que la palabra que utiliza Maimónides para denominar a la solidaridad con los pobres es tzedaká, un vocablo hebreo que significa hacer justicia. Porque la pobreza en el fondo es una violación brutal de los derechos humanos más básicos.
¿Cuál es el mensaje central de su obra?
América Latina es potencialmente muy rica, pero sufre niveles de pobreza y desigualdad éticamente inadmisibles. Por consiguiente, una sociedad más igualitaria, que solo puede edificarse aplicando una economía con rostro humano, creará condiciones para un desarrollo sostenible dignificando e incluyendo a todos.
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