lunes, noviembre 14, 2011

WSJ: El precio oculto de las congestiones de tránsito

Por ROBERT LEE HOTZ

Las ciudades congestionadas se están convirtiendo con rapidez en verdaderos tubos de ensayo para los científicos que estudian el impacto de las emanaciones del tráfico en el cerebro.

Mientras las calles están atascadas, los investigadores sospechan que las emisiones de autos y camiones —en especial las pequeñas partículas de carbono ya asociadas a enfermedades coronarias, cáncer y problemas respiratorios— también podrían dañar células cerebrales y sinapsis claves para el aprendizaje y la memoria.

Nuevos estudios de salud pública y experimentos de laboratorio sugieren que, en cada etapa de la vida, las emanaciones del tránsito causan un daño medible sobre la capacidad mental, la inteligencia y la estabilidad emocional.


"Hay cada vez más científicos que intentan descubrir si y por qué la exposición a las emisiones del tráfico puede dañar el cerebro humano", afirma el epidemiólogo Jiu-Chiuan Chen de la Universidad de California del Sur (USC), quien analiza los efectos de la contaminación del tráfico sobre la salud del cerebro en 7.500 mujeres en 22 estados de EE.UU. "Los datos humanos son muy nuevos".

Hasta ahora, la evidencia es mayormente circunstancial pero no por ello menos preocupante, afirman los investigadores. Nadie sabe con certeza cuáles serán las consecuencias de la biología o el comportamiento del cerebro.

"Hay motivos reales para preocuparse", afirma la neuroquímica Annette Kirshner, del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Medioambientales en el Parque del Triángulo de Investigación en Carolina del Norte. "Pero debemos proceder con cautela".

Los autos y camiones actualmente generan un décimo de la polución que producía un vehículo en 1970. De todos modos, hay más gente en las calles y quedan atascados en el tránsito con más frecuencia. Los conductores que transitan por los 10 peores corredores de tráfico en EE.UU. pasan un promedio de 140 horas al año, aproximadamente la cantidad de tiempo que pasan en la oficina durante un mes, sentados en medio del tráfico, según un nuevo análisis.

La calle y el cerebro

Nadie sabe si quienes respiran las emanaciones del tránsito pesado con regularidad sufren algún efecto duradero en sus cerebros. Los científicos sólo han estudiado el impacto potencial según dónde vive la gente y dónde son más altos los niveles de contaminación. Incluso si hubiera algún efecto cognitivo crónico en los conductores, fácilmente podría ser demasiado pequeño como para medirlo de forma confiable, o podría ser superado por otros factores como el estrés, la dieta y el ejercicio, que afectan al cerebro, aclaran los expertos.

Estudios recientes muestran que respirar los vapores de la calle durante apenas 30 minutos puede intensificar la actividad eléctrica en regiones del cerebro responsables del comportamiento, la personalidad y la toma de decisiones, cambios que sugieren estrés, según descubrieron hace poco científicos de Holanda.

Respirar aire normal de la ciudad con altos niveles de emisiones de tráfico durante 90 días puede cambiar la forma en que los genes se activan o desactivan en las personas de la tercera edad; también puede dejar una marca molecular en el genoma de un recién nacido por el resto de su vida, informaron este año equipos de investigación separados de las universidades de Columbia y Harvard.

Los niños que residen en las zonas afectadas por altos niveles de emisiones obtuvieron, en promedio, resultados más bajos en pruebas de inteligencia y fueron más propensos a sufrir de depresión, ansiedad y problemas de atención que los niños que crecieron con un aire más limpio, según equipos de investigación separados en Nueva York, Boston, Beijing y Cracovia, Polonia.

Además, hombres y mujeres de más edad que estuvieron expuestos durante mucho tiempo a altos niveles de partículas relacionadas al tránsito y el ozono tuvieron problemas de memoria y razonamiento que efectivamente agregaron cinco años a su edad mental, según indicaron otros investigadores en Boston este año.

Las emisiones también podrían aumentar el riesgo del mal de Alzheimer y acelerar los efectos del mal de Parkinson.

"Hay una evidencia creciente de que la polución del aire puede afectar el cerebro", sostiene la epidemióloga Heather Volk de la Escuela de Medicina Keck de USC. "Podríamos estar comenzando a darnos cuenta de que los efectos son más amplios de que lo pensábamos".

Los científicos recién comienzan a entender la biología básica de los efectos tóxicos de las emisiones de autos, en especial tras exposiciones prenatales o a lo largo de toda una vida.

"Es difícil desentrañar todos los componentes de las emisiones de vehículos y diferenciar los efectos del tránsito frente a todas las demás posibilidades", afirma Janet Currie, economista de la Universidad de Princeton, quien estudia la relación entre el tráfico y la salud de los infantes.

Fuente: http://online.wsj.com/article/SB10001424052970204224604577032571680702392.html?mod=WSJS_actualidad_LeadStory.
NOVEMBER 13, 2011, 8:39 P.M.

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