Por STACY MEICHTRY y DEBORAH BALL
PRATO, Italia—Dell'Orco & Villani es el tipo de pequeña empresa que domina la economía italiana y que resulta esencial para rejuvenecer esta parte crucial de la zona euro.
Sólo hay un problema. "Nuestra política siempre ha sido la de no crecer", afirma Sergio Dell'Orco, de 64 años y cabeza de la fábrica de máquinas de reciclaje de Toscana. Entre los distintos factores que frenan el crecimiento de la empresa están las estrictas leyes laborales y un sistema legal ineficiente "bajo los cuales se vuelve difícil trabajar si uno es grande", explica.
La falta de crecimiento en los negocios familiares como Dell'Orco es un enorme obstáculo para que el país sea más dinámico, en especial en momentos en que Italia necesita con urgencia un mayor crecimiento para pagar sus US$2,6 billones (millones de millones) de deuda.
En uno de sus primeros discursos después de ser designado primer ministro de Italia, Mario Monti dijo que el país necesita hacer un enorme esfuerzo para reactivar el crecimiento. "Se lo debemos a nuestros hijos", expresó.
Las agencias de calificación crediticia Moody's y Standard & Poor's señalaron la falta de crecimiento de Italia como un obstáculo fundamental para reducir su nivel de deuda cuando rebajaron su calificación hace algunas semanas. El Banco Central Europeo (BCE) pidió a Roma que elimine los trámites que impiden la contratación y la expansión a las empresas.
Sara Dell'Orco es la hija del presidente ejecutivo y heredera de la empresa familiar.
En la actualidad, la economía de Italia es apenas 3% más grande que hace una década. Muchos factores han contribuido al estancamiento del país, desde su desvencijado sistema educativo a las bajas tasas de empleo entre mujeres, jóvenes y adultos mayores. Sin embargo, algunos economistas dicen que la razón central es que su sector privado está conformado principalmente por pequeñas empresas familiares que parecen incapaces de crecer.
Los sindicatos, entretanto, se oponen a las propuestas del gobierno de flexibilizar las leyes laborales de Italia y han amenazado con paralizar el país si se aprueban tales medidas.
Detrás de las atrofiadas empresas del país se encuentran las costumbres y temores de una larga lista de empresarios familiares que se aferra al control de sus compañías hasta el final de sus días. Rodeadas por una maraña de regulaciones y restricciones legales, muchas de estas familias han aprendido a sobrevivir haciendo negocios dentro de redes de clientes y proveedores de confianza, en lugar de asumir riesgos con firmas externas.
"Tales empresas tienen menos propensión a innovar, participan menos en investigación y desarrollo y rara vez penetran en mercados emergentes", indicó en un discurso reciente Mario Draghi, presidente del BCE y ex jefe del Banco de Italia.
La economía de Italia ha dependido tradicionalmente de una tasa de cambio a la baja y una deuda pública al alza. Ahora que ninguna de esas opciones está disponible, el país necesita un crecimiento basado en el aumento de la productividad de las empresas.
Las compañías italianas que cotizan en bolsa son relativamente pocas. De acuerdo con la Bolsa Italiana, el número de empresas nacionales en mercados bursátiles se redujo de 336 a finales de 2008 a 326 en la actualidad.
La prevalencia de las pequeñas empresas es un tema central en las economías en crisis del sur de Europa. Los negocios con menos de veinte trabajadores emplean cerca de 60% de la fuerza laboral en Italia y Grecia, 50% en España y Portugal, 30% en Alemania y 20% en Estados Unidos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El entorno jurídico y normativo de Italia desincentiva a las empresas a dar un salto en tamaño, según una investigación reciente. Las empresas necesitan un promedio de 258 días para obtener aprobación para abrir un nuevo depósito, en comparación con los 26 días necesarios en EE.UU., según el Banco Mundial. Un empresario que acude a los tribunales para hacer cumplir un contrato debe esperar un promedio de 1.210 días para su resolución, en comparación con alrededor de 300 días en EE.UU. o Francia.
Como resultado, los empresarios prefieren tratar informalmente con gente que conocen, en vez de confiar en las instituciones públicas si algo sale mal. Por lo tanto, mantienen sus empresas pequeñas, incluso cuando tienen la oportunidad de crecer, dice la economista Magda Bianco, del Banco de Italia. "La ineficiencia del sistema judicial es un problema generalizado", opina.
Las empresas familiares tuvieron su auge en Italia en las décadas de los años 50 y 60, en medio del milagro económico del país después de la Segunda Guerra Mundial. Los pequeños fabricantes se instalaron alrededor de ciudades como Turín, sede de la automotriz Fiat SpA, o en pequeñas ciudades como el centro textil toscano de Prato. Sin embargo, los dueños manejaban sus negocios como feudos y las empresas rara vez se fusionaban para ganar economías de escala.
"Cada uno defiende su propio jardín", dice Sara Dell'Orco, hija del presidente ejecutivo de Dell'Orco & Villani, la compañía de máquinas de reciclaje que fundó su abuelo.
En las décadas de los 80 y 90, muchos fabricantes italianos se expandieron al exterior, aprovechando la devaluación de la lira italiana para competir en precios contra sus rivales extranjeros. Esa ventaja desapareció cuando Italia adoptó el euro y rivales de bajo costo de economías emergentes, como China e India, ganaron terreno.
Cabe aclarar que muchas de las empresas de mayor éxito —como el imperio de la moda Giorgio Armani— comenzaron como empresas familiares o permanecen bajo el control de sus fundadores o herederos.
Un esfuerzo de 2003 para relajar las leyes laborales mediante la introducción de contratos temporales dejó a la mayor parte de los empleos altamente regulada y protegida, mientras que los trabajadores más jóvenes se encuentran cada vez más en una posición precaria a corto plazo. Ellos han sufrido el impacto de la reciente recesión, con una tasa de desempleo juvenil que asciende a 29%.
El ex primer ministro Silvio Berlusconi se había comprometido a reformar algunas leyes laborales e impositivas que inhibían la contratación. Sin embargo, dio marcha atrás ante la oposición de asociaciones de pequeñas empresas.
Ahora, Monti tendrá que obtener el apoyo parlamentario suficiente para impulsar las reformas laborales y fiscales que encuentran una fuerte resistencia desde hace tiempo en Italia, incluso de los propietarios de pequeños negocios, que temen que la desregulación y una mayor competencia acabe con ellos.
"El modelo de la iniciativa empresarial familiar en Italia es un fracaso, pero nadie quiere admitirlo", sentencia Enrico Ceccato, quien dirige un fondo de inversión. "Estamos llegando al final del camino. Estas empresas están agotadas", añade.
—Alessandra Galloni contribuyó a este artículo.
Fuente: http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203611404577046581624743206.html?mod=WSJS_inicio_MiddleSecond.
NOVEMBER 18, 2011, 5:20 P.M.
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